De licencias ligeras, funcionarios
caricaturescos y ecologismos banales
Otro más de los capítulos en los que se demuestra la
ausencia de institucionalidad y el patético personalismo que caracteriza
nuestro sistema político. Razones más que suficientes para suspirar y pensar
que sucederá cuando lleguen temas más complejos, como ese que algunos han dado
en llamar Postacuerdo.
Por: Carolina Caro Semillero
In-Vestigium, Universidad de La Salle
La noticia provoco que se registraran marchas en los departamento del Cesar, Meta y Vichada contra
diferentes empresas que buscan explotar el territorio, sin embargo, no fueron
tan visibilizadas como la noticia de Caño Cristales, lo que obliga a la
pregunta ¿Cuántas licencias más se habrán otorgado y nosotros sin saberlo?
El colombiano promedio no dejó de sorprenderse por
la noticia, aunque ya es pan de cada día que se sepa de un proyecto de
extracción minera o petrolera. Pero Caño Cristales representa un exotismo en el
que es imposible ser indiferente y su ubicación estratégica nos ahorra el
complejo trabajo de ir a un mapa de Colombia y conocer algún lugar remoto de
nuestra geografía.
Pese a que el país entero está en medio de un
debate sobre los recursos naturales, el ahorro y el reciclaje se han vuelto un
tema de agenda nacional, el ANLA, cuya función radica en velar por el bienestar
del medio ambiente y los recursos naturales, no cumple sus funciones, como
muchos organismos autónomos. El ANLA es otro de los esperpentos burocráticos
que rellenan informes de gestión haciendo campañitas como “Apagar paga” y
“Ecolombianos”, pero a la vez van entregando licencias sin estudios técnicos o
argumentos científicos que las sustenten: a la final lo que importa es el
billetico que esté por debajo de la mesa.
Lo anterior solo es muestra de la hipocresía que se
maneja en el país, creemos que la culpa es de las petroleras por querer extraer
nuestros recursos, pero en realidad dicha culpa se debe a la ausencia de un
Plan Integral de Manejo Ambiental (PIMA), donde se establezcan los límites de
las actividades extraccionistas, lo cual haría que las empresas piensen dos
veces antes de entrar en la puja por una licencia ambiental. Pero ¿por qué debe
ser una entidad autónoma la encargada de administrar este tipo de territorios
conociendo que es patrimonio de los colombianos y deber de todos protegerlo?
A pesar de que Cormacarena haya presentado un
informe, ratificado en el 2015, donde se afirmaba las consecuencias negativas
sobre el ecosistema a partir del proyecto de Hupecol, este no tuvo relevancia
dentro de las decisiones tomadas por la ANLA para aprobar la licencia, pero
¿Pero por qué aprobar una licencia si ya había un elemento probatorio del
efecto de la explotación? El único argumento que se encontró es que solo se le
otorgó 43% del territorio solicitado. Sin embargo, se ignora que bajo toda esta
zona se encuentran yacimientos petrolíferos conectados, lo cual hace que lo que
sucede en un lugar afecte también otras zonas.
Por otro lado, son paradójicas las acciones tomadas
por algunos funcionarios públicos como el presidente de la República, pues tras
la noticia y el escándalo causado, el mandatario no pudo hacer más que twittear
(Gobierno en línea) la cancelación de la licencia pero no tuvo en cuenta que a
pesar de ser el jefe de Estado y de gobierno, él no tiene potestad ni
jurisdicción sobre el tema ya que la decisión de aprobar, rechazar o cancelar
las licencias ambientales recae únicamente el ANLA. A pesar de ello, se revive
el dilema en el cual la legitimidad sobrepasa la legalidad.
No contentos con el show, el ministro de Ambiente,
Andrés Vallejo, solicitó al ANLA la cancelación de la licencia minutos después
que el presidente Santos, publicó a través de su twitter que ya se había
cancelado la licencia. Entonces, la ecuación es la siguiente, para que exista
la ANLA si un Ministro o un Presidente con un twitter pueden revocar licencias.
En síntesis, otro más de los capítulos en los que
se demuestra la ausencia de institucionalidad y el patético personalismo que caracteriza
nuestro sistema político. Razones más que suficientes para suspirar y pensar
que sucederá cuando lleguen temas más complejos, como ese que algunos han dado
en llamar Postacuerdo.
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