Límites a la libre expresión?
En efecto, hoy día nos hemos podido percatar de la
incidencia que puede tener el ejercicio abusivo del derecho a manifestar la
propia expresión en los derechos de las demás personas y las lesiones que ello
puede causar. Por tal razón, hacer un antieditorial sobre el artículo titulado
“Los límites a la libre expresión en Facebook” es un reto bastante complicado.
Ir en contra de algo, declarar que se es anti algo, es manifestar que la propia
opinión tiene un sentido diametralmente opuesto al objeto que se refiere, en el
presente caso el artículo objeto de discusión de la presente nota. Así las
cosas, no pretendo ir en contra del sentido global del artículo de su
periódico. Pero, a pesar de ello, quisiera realizar una observación crítica al
desarrollo del mismo.
La libertad de expresión no es un baluarte de las
sociedades occidentales por el hecho de que faculte a las personas a decir
cuanta cosa se les ocurra, sino que su valor radica en el afán de veracidad que
en él se encuentra implícito. ¿Decir la verdad o buscar expresar la opinión con
cierta deferencia por la verdad? Claramente podemos preguntar: y acaso, ¿qué es
la verdad? ¿Cuántos filósofos no han emprendido las empresas más infructíferas
de la historia del pensamiento buscando determinar lo que es la verdad?
A pesar de que el abordaje de dichas preguntas
pueda desbordar cualquier espacio de opinión, es importante señalar que sin ese
afán de veracidad la libertad de expresión se convierte en libertad para
mentir, injuriar o calumniar a través de la palabra. ¡Pero por qué molestan
tanto con el lenguaje!, exclamaría ingenuamente aquel que cree que el daño sólo
se puede cometer en una dimensión física. Allí es importante señalar que
nuestra cultura ha encontrado su supuesta “consolidación” gracias al lenguaje,
es allí donde hemos proyectado nuestros más nobles ideales, es allí donde se
sitúan esas aspiraciones tan difíciles de determinar, como libertad, justicia,
solidaridad, paz, dignidad, etc.
Por tal motivo es que la expresión de la opinión no
se reduce a una cuestión de un exclusivo carácter lingüístico, sino que tiene
una incidencia en la dimensión interpersonal en la que se sustenta toda la
dimensión ética y política de los seres humanos. De ahí que una corte que
busque garantizar la dignidad humana ha de comprender los contornos en los que
se desenvuelve la acción humana, y claramente uno de ellos es el ámbito del
lenguaje. Me parece que el valor del editorial radica en la indagación por la
paz en un contexto tan relevante como el lingüístico; lastimosamente se dedica
más a reseñar la postura de la Corte y no asume una postura explícita en la
cuestión de fondo, la cual a mi juicio es: ¿tiene la libertad de expresión un
límite o, por el contrario, es un derecho absoluto? Sobra decir cuál es mi
opinión. En efecto, libertad de expresión no es sinónima de decir cuanta cosa
se nos dé la gana.
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