martes, 3 de mayo de 2016

Límites a la libre expresión?

 Reconocer la necesidad de establecer ciertos límites al ejercicio de la libertad de expresión, tanto en las redes sociales como en cualquier otro medio de expresión de la opinión, es algo que en la incipiente modernidad hubiese sido un despropósito.       Por Darío Fernando Rodríguez González | Elespectador.com
En efecto, hoy día nos hemos podido percatar de la incidencia que puede tener el ejercicio abusivo del derecho a manifestar la propia expresión en los derechos de las demás personas y las lesiones que ello puede causar. Por tal razón, hacer un antieditorial sobre el artículo titulado “Los límites a la libre expresión en Facebook” es un reto bastante complicado. Ir en contra de algo, declarar que se es anti algo, es manifestar que la propia opinión tiene un sentido diametralmente opuesto al objeto que se refiere, en el presente caso el artículo objeto de discusión de la presente nota. Así las cosas, no pretendo ir en contra del sentido global del artículo de su periódico. Pero, a pesar de ello, quisiera realizar una observación crítica al desarrollo del mismo.

La libertad de expresión no es un baluarte de las sociedades occidentales por el hecho de que faculte a las personas a decir cuanta cosa se les ocurra, sino que su valor radica en el afán de veracidad que en él se encuentra implícito. ¿Decir la verdad o buscar expresar la opinión con cierta deferencia por la verdad? Claramente podemos preguntar: y acaso, ¿qué es la verdad? ¿Cuántos filósofos no han emprendido las empresas más infructíferas de la historia del pensamiento buscando determinar lo que es la verdad?

A pesar de que el abordaje de dichas preguntas pueda desbordar cualquier espacio de opinión, es importante señalar que sin ese afán de veracidad la libertad de expresión se convierte en libertad para mentir, injuriar o calumniar a través de la palabra. ¡Pero por qué molestan tanto con el lenguaje!, exclamaría ingenuamente aquel que cree que el daño sólo se puede cometer en una dimensión física. Allí es importante señalar que nuestra cultura ha encontrado su supuesta “consolidación” gracias al lenguaje, es allí donde hemos proyectado nuestros más nobles ideales, es allí donde se sitúan esas aspiraciones tan difíciles de determinar, como libertad, justicia, solidaridad, paz, dignidad, etc.

Por tal motivo es que la expresión de la opinión no se reduce a una cuestión de un exclusivo carácter lingüístico, sino que tiene una incidencia en la dimensión interpersonal en la que se sustenta toda la dimensión ética y política de los seres humanos. De ahí que una corte que busque garantizar la dignidad humana ha de comprender los contornos en los que se desenvuelve la acción humana, y claramente uno de ellos es el ámbito del lenguaje. Me parece que el valor del editorial radica en la indagación por la paz en un contexto tan relevante como el lingüístico; lastimosamente se dedica más a reseñar la postura de la Corte y no asume una postura explícita en la cuestión de fondo, la cual a mi juicio es: ¿tiene la libertad de expresión un límite o, por el contrario, es un derecho absoluto? Sobra decir cuál es mi opinión. En efecto, libertad de expresión no es sinónima de decir cuanta cosa se nos dé la gana.

 P.D.  Totalmente de acuerdo

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